Existen pocas calles en Barcelona en donde no resuene el tlac-tlac-tlac de las ruedas y maletas que transportan miles de turistas. Lo que se conoce hoy de la ciudad es la ajetreada ciudad turística con algunos emblemas monumentales como la arquitectura de Gaudí, un equipo de fútbol de
fama mundial, los restos de las Olimpiadas de 1992, el turismo nocturno de británicos con acceso a drogas y una sensación catalanista de independencia.
Sin embargo, el reino de lo visible y de esta postal publicitaria oculta retazos de una ciudad obrera, textil y cooperativa que aun hoy funciona en la cotidianidad, expresándose en la vida barrial entre centros cooperativos y los llamados Ateneu barriales, una especie de centros o juntas vecinales de compleja definición que, dependiendo de barrio, funciona como un punto de encuentro cultural, artístico, político y de cohesión social.
La raíz de muchos de los centros sociales y, en especial de los Ateneu, es obrera y surgieron entre el fin del siglo XIX y principios del siglo XX, como una respuesta a una necesidad de los obreros de Barcelona. Ser obrero y anarquista en ese período era casi algo natural dentro de la ciudad.
Además de las demandas por mejoras salariales sobre las extenuantes jornadas de trabajo, estaban aquellos requerimientos educativos y culturales para la propia clase que se resolvió a través de centros autogestionados. Muchos centros sociales y ateneu se conformaron en los
barrios de residencia de los trabajadores y se forjaron con características propias y distintivas entre cada uno de éstos. Hasta el día de hoy se observa cómo muchos conservan el sentido originario educativo con instrucción hacia inmigrantes, bibliotecas abiertas, foros, charlas y comedores diarios.
En pleno distrito industrial de Sants- La Bordeta se encuentra Can Batlló, que si bien no es un Ateneu si corresponde a la categoría de centro social recuperado del periodo industrial que orienta su propósito a producir vida barrial y cultural con valores puestos en la auto-organización, la solidaridad y la conciencia barrial.

Cant Batlló era originalmente un distrito industrial textil que albergó a más de 5 mil trabajadores y se orientaba cerca del ferrocarril para propiciar la distribución y movimiento de la materia prima procesada. Aunque luego de la guerra y el franquismo estuvo a cargo de entidades públicas, fue la crisis del sector inmobiliario en 2007 que hizo tomar conciencia del lugar y en junio del 2011 las organizaciones barriales decidieron ocuparlo para darle la vida y la organización que hoy tiene.
El espacio de grandes proporciones cuenta con una biblioteca, espacios abiertos en donde se realizan ferias y exposiciones, un bar, auditorio, centro de documentación, espacios de talleres y oficios, sitio de juegos y deportes para niños y niñas.

Pero lo más relevante de todo es su organización y cómo la memoria histórica de los abuelos y abuelas que trabajaron ahí hoy en día sigue viviendo por aquellos valores y espíritus libertarios que no están al centro del debate independentista, precisamente por eso, porque en aquel entonces los valores eran internacionalistas. El mejor ejemplo de aquello son los ateneu y los centros sociales reutilizados y ocupados como Can Battló, que funcionan sosteniendo una cultura solidaria y colaborativa.
Tras el reino visible del turismo y una monumentalidad que aparece en las postales de Barcelona, reside otro mapa invisible y poco perceptible de buenas a primeras, que construye otra ruta de aprendizajes necesarios para el mundo que advendrá.
Fuente
Sitio de Can Battló https://www.canbatllo.org/
