São Paulo, 09:43 de la mañana, 14/01/20, 369 días de Bolsonaro como jefe de Estado. El lugar era el Museu de Arte de São Paulo (MASP). Allí, en la explanada, entre los pilares diseñados por Lina Bo Bardi y debajo del mayor acervo de arte occidental de Latinoamérica – ejemplos de lo bueno que Brasil puede albergar – estábamos mi amiga y yo en la cola para entrar. En los martes, como en la ocasión, la entrada es libre. Hacía 15 minutos que habíamos llegado desde el metro, pero no sin antes pasar por un quiosco (de estos que venden periódicos y otras cosillas), dónde adquirimos algunos pins con mensajes políticos. Los dos que me compré expresaban, individualmente, “Ele não” y “Lula livre”. Éstos aluden, respectivamente, a las manifestaciones del 2018 en contra del líder de la extrema derecha brasileña, presentemente presidente; y a la rogativa para la anulación de las condenas del expresidente Lula da Silva, dado que su proceso judicial está lleno de irregularidades.
Acto seguido, pinché a dichos pins en el bolso que llevaba. En lo que me concierne personalmente, tener a Bolsonaro en el cargo más importante de mi país es amenazador porque soy mujer, de izquierdas, investigadora y “ambientalista”. Abundan declaraciones y, ahora también, acciones de este mandatario en contra de los “colectivos” de los cuales me siento parte. Solo a título de ejemplo, en relación a lo mencionado anteriormente, “ella no merece ser violada…” (refiriéndose a una congresista mujer que le plantaba cara en una discusión) y “nuestra bandera jamás será roja…” (en su discurso de investidura) son dos frases salidas de su boca. No creo que necesite profundizar en el hecho de que afirmaciones así legitiman la intolerancia e incrementan la violencia entre la población. En cuanto a la ciencia y a la protección ambiental, han habido recortes en su financiación pública e intentos de desacreditar científicos.
Volviendo a la cola… Se nos acerca un señor, mayor, negro, vestido con un chaleco, nos explica que es una persona en situación de calle – En la capital del estado más rico de Brasil – São Paulo – son más de 30 mil personas en esa situación, población mayor que la de la mayoría de los municipios brasileños. Antes, sin embargo, nos comenta: “… he visto a vuestros pins, creo que os puede interesar la revista OCAS que estoy vendiendo”. La revista es así nombrada por la abreviatura Organização Civil de Ação Social, institución que la produce con el objetivo final de repasar los fundos obtenidos a los vendedores. La compramos, mientras charlamos un rato. Brevemente le exponemos (al señor) nuestras razones para no concordar con la (des)administración nacional actual. Recalcamos que sabemos que somos privilegiadas (a pesar de mis miedos, que tienen relación con lo expuesto en el párrafo anterior): somos de clase media, blancas, del sur (1), turistas, tenemos casa, comida, y educación formal. Él nos mira y nos dice: “Qué bueno que lo tenéis así de claro! Pero, como bien habéis dicho, sois privilegiadas, ser un sin hogar en estos tiempos es complicado, la policía nos reprime mucho más de lo normal….” (2).

En ese momento, me traslado a una clase que tuve sobre riesgos costeros. En ella, el profe nos explica que una amenaza costera (hazard) es, en general, igual para todes, lo que sí cambia es el grado de riesgo y vulnerabilidad asociado. Nos lo ejemplifica asumiendo que hay personas en dos barcos durante una tormenta en el mar (la misma amenaza): El primer barco es grande, moderno y cuenta con la tecnología más avanzada en navegación y con persona expertas en guiarlo; el segundo es pequeño, de madera, sin grandes apoyos materiales y sin alguien que lo pueda llevar. He aquí, pues, un aumento importante en el grado de riesgo entre el primero y el segundo caso, siendo las personas del barco grande mucho menos vulnerables que las que están en el pequeño. Después de esa obviedad, lo que quiero remarcar es que, actualmente, hay una tormenta en Brasil (y con sus debidas proporciones, en otros países), yo estoy en un barco con un grado de riesgo relativamente intermedio y ya siento miedo; hay muchísimas personas en el barco de riesgo alto. Ellas pueden coger el timón? Y nosotres, qué estamos haciendo?
São Paulo, 10:14 de la mañana, misma fecha. Ya pasé por el portón de acceso y estoy en las escaleras de entrada al Museo. Me paro y le hago una foto a la explanada. Está más gris de cómo la había visto en un primer momento. Es que puede el MASP ser lindo, pero el fascismo instaurado no.
- La región “sur” de Brasil despliega el mayor índice promedio de desarrollo humano (IDH) entre las regiones brasileñas.
- En Brasil, las policías de las ciudades normalmente están vinculadas al poder público estadual (en este caso, São Paulo – SP), pero hay muchos relatos del aumento de la truculencia policial desde que Bolsonaro es presidente.