Por Briana Bombana
Ya sé que en tiempos de cuarentena tenemos que cuidar, de entre otras cosas, de nuestra salud mental, y que por ello es tramposa la pregunta que les haré enseguida, pero ¿han estado viendo las noticias sobre la recuperación de la naturaleza en estos días en los cuales la humanidad se ha estado recluyendo? Para les que no lo saben, hay registros de que, desde hace muchísimas décadas, las aguas de los canales de Venecia no han estado tan limpias como en este momento, la calidad del aire en Barcelona no se veía tan buena, tortugas marinas amenazadas de extinción nacieron en una playa de Brasil por estar ahora desierta y libre de pisoteos, y podía seguir yo con los ejemplos. En cambio, voy al grano.
Uno que esté más o menos preocupado con las cuestiones ambientales mira estas situaciones y, de golpe, le encaja que la humanidad es definitivamente el gran cáncer de muchos problemas actuales: la emergencia climática, la abundante degradación de hábitats, la acumulación de residuos plásticos, etc. Así que en los círculos académicos se ha estado construyendo el concepto del Antropoceno, ahora ya difundido también en otros ámbitos, definido como el periodo de tiempo que empieza con la revolución industrial* y se extiende hasta la fecha presente en el cual nosotres, les humanes, hemos “logrado” acelerar (¡mucho!) y condicionar los procesos de evolución del planeta. Una muestra de ello es la actual extinción masiva de especies, la cual se diferencia de las otras cinco extinciones de que se tiene registro en la historia terrestre porque estas últimas fueron causadas por elementos naturales, como la caída del asteroide que eliminó a los dinosaurios del planeta.
Sin embargo, creo que merece la pena profundizar un poco en la discusión para no caer en la falsa idea de una “naturaleza” separada del hombre y/o de una población humana homogénea, sobre todo en el caso de les sudamericanes , supongo, somos tanto la mayoría de vosotres que me leen cuanto yo que les escribo, dado que tenemos la gloria y la pena (por la general insensibilidad) de coexistir con las poblaciones indígenas. Éstas no solo se ven como parte de la naturaleza, no habiendo una dicotomía entre el mundo humano-natural, bien como han construido maneras de vivir que no amenazan mayormente a los demás seres vivientes. Por lo tanto, siendo más que injusto que se las clasifiquemos como esta “humanidad” que consume los recursos e impacta el medio en que se inserta y que, claro está, compartan la culpa del Antropoceno. Aquí es donde les introduzco la idea del Capitaloceno, defendida por el investigador Jason Moore, partiendo del principio de que no se puede explicar el cambio global sin antes identificar los patrones de poder, capital y naturaleza que se han establecido a partir de las “grandes” navegaciones (siglos XV y XVI). Es decir, por detrás del origen inmediato del consumo/apropiación de recursos y personas (como fuerza de trabajo) atribuido a la industrialización antes yacen el imperialismo, el especismo, el clasismo, el racismo y el patriarcado, que culminan con la institución generalizada del capitalismo como modelo económico, explicando dicho consumo/apropiación. En efecto, Galeano en su libro “Venas abiertas de América Latina” ejemplifica que Brasil-colonia (y todo lo que esto conlleve) contribuyó enormemente para que Inglaterra, que tenía un pacto con Portugal, recaudara el capital necesario para llevar a cabo su reconocida revolución industrial.
En este contexto – especialmente el de meditación en el aislamiento, de la solidaridad entre personas y de la explicitación de la necesidad de lo común – más valdrá que antes de sentenciar lo humano, reflexionemos sobre el sistema que nos ha desconectado de nuestras interdependencias y llevado a todas las especies a sumergir en el Capitaloceno. Identificar y nombrar este periodo tal y como se los he presentado parece ser un acto optimista, capaz de integrar la heterogeneidad y construir alternativas a este cambio global.
* Aunque hay divergencias: la mayoría de los investigadores ubica el inicio del Antropoceno en la revolución industrial.