Por Luis Díaz.
Con las complicaciones del COVID-19, actualmente nos vemos obligados a aislarnos del mundo por nuestra propia salud, y sinceramente uno llega a preguntarse qué haríamos si no contáramos con la tecnología de los celulares, Internet, la televisión por cable… 30 años atrás, probablemente no habríamos logrado sobrevivir sin esas comodidades.
Por esta misma contingencia, la televisión abierta local se encuentra escasa de material nuevo y se ve en la obligación de “reinventarse” con material antiguo de comprobado éxito, y el canal estatal cierra sus programaciones con repeticiones de escabrosos programas como “Mea Culpa” y “El Día Menos Pensado”, historias reales de crímenes y fenómenos paranormales presentadas por Carlos Pinto, que en su época dejaban al espectador con un nudo en el cuello.
Eso me trae a la memoria algunos de los terrores más grandes de mi infancia: entre los años 80 y comienzos de los 90 era muy frecuente (y bastante sádico) que la programación televisiva terminara relativamente temprano, y más encima con material de terror que hoy en día es de culto. Ya en los 70s, nuestros padres o abuelos sufrían los horrores de la serie “Sombras Tenebrosas”, “Viaje a lo Desconocido” o “Galería Nocturna”, mientras que los 80s se exhibía material como “La Dimensión Desconocida”, “La Casa del Terror”, “Historias de Fantasmas”, “Un Paso al Más Allá” y la aún efectiva miniserie “La Noche del Vampiro”, entre otras. También se exhibían constantemente películas de la productora británica Hammer, trayéndonos monstruos clásicos como Drácula, Frankenstein y El Hombre Lobo, mientras que su competencia, Amicus, nos aterrorizaban con antologías como “La Bóveda del Terror”, “El Club de los Monstruos” y “Cuentos de Ultratumba”. Por su parte, Roger Corman nos ofrecía su colección de elegantes adaptaciones de historias de Edgar Allan Poe protagonizadas por ese gigante de la actuación llamado Vincent Price, y Dan Curtis, responsable de la ya mencionada “Sombras Tenebrosas”, nos ofrecía productos como “Trilogía de Terror”, “Pesadilla Diabólica” y “En lo Profundo de la Noche”, con historias simples que iban escalando hasta llegar a finales memorables que nos tuvieron sin pegar un ojo en la noche. También desfilaron las primeras películas de Spielberg, como “Duelo” o “Siniestra Pesadilla”, antes de alcanzar la gloria con “Tiburón”.
Otros productos como “No le Temas a la Oscuridad”, “La Noche de los 1000 Gatos”, “Trampa para Turistas”, “Hasta que la muerte”, etc, eran frecuentes en “Cine de Última Función”, “Cine de Trasnoche” o “Cine Nocturno”. Y por supuesto, estaban las películas de la naturaleza vengándose contra el hombre: “Abejas Asesinas”, “Tarántulas”, “Cascabel”, “El Imperio de las Hormigas”, “Ranas”, “La Larga Noche del Terror” (con perros rabiosos) … hasta conejos asesinos gigantes vimos por ahí. Se terminaba la tele y nos veíamos obligados a prender la radio o conversar en familia para calmar los nervios.
Ya a fines de los 80s y entrando en los 90s, vimos material más conocido, como “El Exorcista”, “Viernes 13” (que rebautizaron como “Martes 13” por una cuestión cultural), “Pesadilla”, “Halloween”, “Poltergeist”, “El Ente”, etc la mayoría con tantos cortes que a veces costaba encontrarles sentido.
Eventualmente crecimos, llego el cable y las susceptibilidades cambiaron. Pero siempre voy a recordar esos terrores que hacían nuestras vidas tan entretenidas, paradójicamente hablando, en una época más simple.
