Por Gino Bailey.
La economía a través del siglo XX y XXI ha ido perdiendo su sentido originario para acercarse a una definición formal y abstracta. El mejor ejemplo se produce al escuchar la palabra “economista”. En el imaginario aparece un experto o experta quien nos dice qué hacer o en qué problema nos encontraremos. Qué sucederá en un plano más allá de lo que en nuestro accionar podemos hacer.
Esto se produce porque el concepto de economía ha sido definido desde valores occidentales donde se asume ante todo la escasez como problema y la relación entre medios y fines para establecer una relación económica.
El sociólogo Karl Polanyi intentó desmitificar esta situación sacando a la economía de los formalismos, llevándola a un plano relacional. Como tal, la economía es una actividad humana necesaria para subsistir., pero; ¿qué es lo necesario para la subsistencia? Alimentarnos, vivir seguros, tener una vida saludable, trabajar y crear, entre otras cosas. Entonces para poder subsistir el sentido común nos dice que debemos entrar en una relación con nuestro medio y con otros. Ese intercambio es económico. Sin embargo, la mayoría de los postulados económicos nos han hecho creer que lo económico es aquello formal, cuando en realidad la economía sustantiva, propuesta por Polanyi, nos vuelve a la tierra y a un sentido originario.
El presupuesto racional de la economía formal hace mucho que fracasó y lo que nos queda es pensar en otro tipo de racionalidad económica que deriva del origen real de la economía que es en base a una interdependencia con el medio. De esto hay mucho escrito, por lo que conviene rescatar algunas ideas de Polanyi.
La economía de mercado es vulnerable a la crisis del antropoceno porque ante desastres socioambientales, cambio climático y nuevas pandemias globales, ¿qué sentido elemental y protector de la vida tiene el dinero? Así, en los conceptos de la reciprocidad y redistribución Polanyi propone indagar en lo originario para darnos cuenta que en la historia de la humanidad han existido diversas formas de organización que se han hecho cargo de una economía que no ha sido de mercado.
La familia romana, el kraal de África, la economía doméstica o la economía tradicional pesquera, han sido organizaciones que controlaban la redistribución desde un centro local-familiar y que establecían una dinámica recíproca de bienestar garantizando la subsistencia de una comunidad. Lo interesante es que en la mayoría de los casos el medioambiente es un agente activo porque de acuerdo a sus ciclos reproductivos genera actividades económicas recíprocas con el medio. Cabría preguntarse hoy si para vivir una economía múltiple y sustantiva tenemos la capacidad que tenían estas unidades originarias en su relación con el medio. ¿En qué medida dependemos del ciclo ecosistémico para poder proveernos de lo necesario?, ¿existe una soberanía alternativa al dinero que posibilite redistribuir dichos medios necesarios para la vida?
La economía informal de las ciudades latinoamericanas tiene múltiples facetas, entre ellas la vulnerabilidad. Sin embargo, ha desarrollado una historia de capacidad de redistribución familiar de bienes que se han alojado sobre todo en lo urbano. Dicha capacidad habría que conducirla hoy a ecosistemas que provean la vida, para que en lugar de lo desechable del plástico se esté redistribuyendo alimentos dentro de un marco de mayor valorización y emergencia planetaria. Sobre todo, si pensamos que las catástrofes, patrimonio solo de algunos países, se está convirtiendo en una cuestión transversal donde la economía de mercado pierde su capacidad de sostener la vida necesaria. La economía sustantiva es un principio conceptual pero también ético y urgente de pensar el futuro inmediato de cómo vivir pensando en las clases más populares del continente.