Por Yohanna Moreno.
Este año quedará en la memoria de muchos como el “año de la Pandemia”. Un virus que todavía no se entiende de donde emergió. Viene de un murciélago? o un Pangolin? Otros más osados se adhieren a la teoría de que lo inventaron en un laboratorio. En fin, la verdad es que SARS-CoV-2 llegó para instalarse en nuestras vidas y que nos ha enseñado a ser cuidadosos con nuestra higiene, mantener distancia y usar una mascarilla.
Este nuevo virus es similar a otros virus como el síndrome respiratorio agudo SARS-CoV y el síndrome respiratorio del medio oriente (MERS-CoV). Ya cuando el virus pudo ser secuenciado, se determinó que es genéticamente relacionado con los coronavirus provenientes de los murciélagos, que luego pasó a un huésped intermediario para finalmente propagarse entre nosotros.
Quién lo iba a pensar! un pequeño virus RNA que se aloja en las superficies nasales para luego aprovecharse de nuestras células. Se replica en la nariz a diestra siniestra y luego coloniza nuestros órganos, de los cuales su favorito son los pulmones.
Desde el comienzo de la pandemia, investigadores de todas partes del mundo, han dedicado sus fuerzas en búsqueda de una terapia efectiva contra este virus asi como también una posible vacuna.
Qué sabemos sobre las terapias? Es que se han intentado diversos métodos terapéuticos para ayudar los pacientes infectados con el virus. Al inicio de la pandemia se intentaron terapias con hidroxicloroquina y la cloroquina que cobraron fama por ser mencionadas por los presidentes de Brasil y Estados Unidos. La verdad es no se ha comprobado la efectividad de estas drogas en pacientes infectados ya que estos tratamientos han dado resultados pobres e inconsistentes. Otras terapias incluyen el uso de antivirales como Lopinavir/ritonavir, de los cuales se han utilizado para el tratamiento del SARS y el MERS. En pacientes COVID-19 (un pequeño estudio) se observó que al menos el 50% de los enfermos presentaron efectos adversos como diarrea y problemas gastrointestinales. Este tratamiento no logró fama debido a los efectos adversos y posibles componentes hepatotóxicos que podrían comprometer aún más el estado de salud del paciente COVID-19.
El uso de corticosteroides también hizo ruido durante esta pandemia. La justificación para el uso de corticoides es que disminuiría la respuesta inflamatoria en el cuerpo evitando que los pulmones sufran daños irreversibles. Sin embargo, el uso de corticosteroides también produce efectos secundarios como una disminución en la eliminación del virus y el riesgo de presentarse una infección secundaria. Además, los corticosteroides generan otras complicaciones como hiperglucemia y necrosis avascular. De ahí la importancia de no automedicarse. Generalmente los corticosteroides son recetados por el médico tratante y de ninguna manera se deben administrar sin el consentimiento médico.
Una de las terapias complementarias que está cobrando mucho interés ya que ha generado resultados positivos, es la transfusión de plasma convaleciente en pacientes recuperados COVID-19. Este tratamiento se obtiene a través del plasma de personas que han sido infectados por el virus y que han generado anticuerpos para el COVID-19. Este plasma serviría como una especie de Boost o estimulante al sistema inmune del paciente infectado y que ayudaría a una rápida recuperación. Este tipo de terapia no es nueva y se ha usado en pacientes que han sido contagiados de SARS y MERS que han dado muy buenos resultados.
Actualmente, el Hospital Clínico de la Universidad de Chile, estaría gestando un proyecto investigativo con el uso del plasma convaleciente de pacientes recuperados de COVD-19. Esto como apoyo a la situación sanitaria que está viviendo el país. Por el momento este proyecto se encuentra esperando concretar los permisos correspondientes de las autoridades de salud.
Investigadores en todo el mundo, han fijado su mirada en el desarrollo de una posible vacuna que tenga efectos a largo plazo. En los Estados Unidos, las empresas farmacéuticas y biotecnológicas: Moderna, Pfizer y Novavax, han comenzado una maratónica carrera por ganarse el título de la primera vacuna efectiva para el COVID-19.
El tiempo para generar una vacuna, requiere de al menos 12-18 meses de los cuales pasan por diversas fases. La fase 1 corresponde a los primeros ensayos en pequeños grupos de personas para ver si es segura y efectiva. En la fase 2, se realizan ensayos a grupos más grandes y se prueban diferentes dosis. La fase 3 es el último paso antes de que se apruebe. En esta fase se consideran las dosis efectiva y óptima. La empresa biotecnológica Moderna ya se encuentra en fase 3 y con la esperanza de probar esta vacuna en 30.000 personas.
Como decía mi tata: La paciencia es la madre de las ciencias. Qué experiencia nos está entregado este 2020! Lo más aprendido forzosamente durante este tiempo es a ser más paciente. La selección natural nos pegó duro este año, pero me siento optimista de que ya para el próximo estaremos en mejor posición para enfrentar este virus.
Fuentes:
- Sanders JM, Monogue ML, Jodlowski TZ, Cutrell JB. Pharmacologic Treatments for Coronavirus Disease 2019 (COVID-19): A Review. JAMA. 2020;323(18):1824–1836. doi:10.1001/jama.2020.6019
- https://www.uchile.cl/noticias/164262/uch-implementara-tratamiento-experimental-en-pacientes-con-covid-19