Close

VOL¬OPINIÓN

Ecocidio

Por Gino Bailey Bergamin.

Las guerras traen aprendizajes e innovaciones tecnológicas. Además de hambre y aberraciones humanas. Los laboratorios bélicos se adelantaron al modo convivencial que rigen las sociedades actuales, donde la automatización tecnológica establece el orden del control de vida cotidiana. Estas pruebas fueron desarrolladas en la Guerra del Golfo (1990-1991) pero también en Vietnam, posicionando la transmisión en directa por la televisión e incidiendo en la pérdida de límites entre ficción y realidad confundiendo a la audiencia si las cruentas imágenes correspondían a un aparato de telecomunicaciones o si verdaderamente afectaba a sus vidas.

Las guerras también muestran el paso del genocidio al ecocidio, que hace replantearse el límite en la afectación entre derechos humanos y ambientales en sistemas que están imbricados. El Agente Naranja, una combinación de herbicidas y defoliantes, es un ejemplo paradigmático al respecto.

Promovido entonces por la agencia Monsanto Corporation y Dow Chemical para la defoliación de especies, se utilizó en Vietnam, Laos y Camboya para extinguir sistemas socio-ecológicos de vida. La población local de Vietnam no distinguía hasta entonces su cotidianidad separada de los servicios socioecológicos y la guerra se desenvolvió en esos términos. La ventaja que llevaban frente a la invasión norteamericana era evidente: reconocer y desenvolverse en su propio contexto, inmiscuirse e invisibilizarse y resistir. El Agente Naranja fue utilizado por el ejército estadounidense como un arma ecocida, aumentando la toxicidad química a los experimentos anteriores, afectando la selva pero también a sus habitantes.

Las consecuencias se sienten hasta el día de hoy, con población deformada, dañada y ecosistemas que todavía no se logran recuperar. Actualmente asistimos a un ecocidio terminal del planeta, como amplificación del patrón Agente Naranja, en donde los derechos humanos-ambientales están imbricados en su afectación, pero también en su interdependencia y huida de la muerte.

El ecocidio actual opera como estado terminal del desarrollo económico basado en el crecimiento que sirve de justificación para una serie de dispositivos (Stiegler, 1944). Uno social generalizado es la hiperproletarización de las sociedades. Sean inmigrantes, informales o con estudios, las sociedades tienden a proletarizarse de manera amplia y compleja. El descontento social generalizado hacia las formas de gobiernos y corporaciones se expresa en diversas manifestaciones de carácter global. La automatización tecnológica de procesos, denominada como fuerzas neguentrópicas, tienden a generar una estabilización a través de la satisfacción marchita del deseo y el consumo.

En fin, la automatización de la vida ha operado como un modo generalizado para abstraernos de Gaia, terra, el planeta. Desde 1400 en adelante que se arraigó en occidente como una cultura de vida, colonizando inclusive a los pueblos originarios. Salir de la automatización significa salir del antropoceno y volver a lo originario. A esto algunos se refieren como estabilización de una nueva vida, cambiar los patrones y modos de vida de manera radical. Mientras eso no ocurra estaremos en un estado terminal ecocida. Una historia que parece ser ficción gracias al automatismo tecnológico, pero que resuena con más fuerza cuando los distintos servicios ecosistémicos necesarios para la vida se ven colapsados en océanos que no se reproducen, pandemias que mutan sin encontrar una vacuna o aumento de temperatura en algunos lugares del planeta en donde no se sostiene la vida humana.

Referencia

Bonneuil, C., Fressoz, J.-B., 2013, L’ÉvénementAnthropocène. La Terre, l’Histoire et nous, Paris, Le Seuil

Stiegler, B. (1944). Sortir de l ’ anthropocène. 1–11.